No olvides que una vez tu fuiste sol no olvides ni la tapia ni el laurel no dejes de asombrarte al asistir a un nuevo nacimiento en tu jardín. No pierdas una ventana no entregues tus mañanas de aguaceros y juegos ni desentierres tesoros, viejos. No ocultes lo que ayer se te ofreció no escondas ni la pena ni el dolor no dejes que una nube diga adiós, no saltes en pedazos, no ocultes tu diamante, no entregues tu perfecto amanecer ni tus estrellas, ni tu arena, ni tu mar ni tu incansable caminar, vete de nuevo hasta el arroyo donde esta tu mejor canto. Y ve, cálmale la sed a tus enormes prados no permitas que se pierda tu cosecha hoy que hasta la lluvia fiel no te ha escuchado y busca tu raíz Y dale la caricia a la que siempre espera la única manera de hacerla que vuelva a ofrecerte frutos hasta en el invierno y no olvides que una vez, tu fuiste sol Y ve, desata esos diques de corrientes presas déjate llevar y vuelve a ser jinete baja hasta tus valles de palomas sueltas que este es tu país Donde están tus riendas donde esta tu espuma donde abandonaste tu camino entonces donde naufragaste haz crecer mil rosas, y no olvides que una vez tu fuiste sol.

lunes, 7 de junio de 2010

La calma regresa a mi

La calma regresa a mi
y no soporto su beso tranquilo
el borroso amanecer me conlleva
a reclamar a la virgen que freno mi paso
que sano y curo.
Que se hecho a la mar de un presente
como humo liviano, alejado, espiritual.

Infinitos horizontes multicolores
se abren en mi mente como fruto impalpable y voraz
que me sujeta a la felicidad
Ese sueño hecho realidad me deja quieto
¿como despertar de un sueño real?
¿Es acaso lo mismo o es lo mismo?

La figura fugaz abrazada por aquel árbol me atrae por inercia,

Por una línea exotérica que hila mi manto junto al suyo.
Me deja perplejo con ganas de ella eternamente, un conjuro dulce, de fresa, de la inocencia hecha cadencia en mi pecho, abrazando mi recuerdo.
Algo perenne que dejándome huérfano sube al cenit para tal vez observarla ya que por los aires vuela. Su negativo en la noche en que las estrellas estaban en el suelo, en que conquistaba mi gusto uno por uno, en la que la melodía hundía su pico en pecho

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