Hemos perdido la capacidad, hermanos mortales,
de contemplarla sencillamente.
de disfrutarla,
y de describirla.
El otoño como la muerte.
Milagrosa muerte, que es también parte de la vida,
pero nos hemos empeñado en eliminar uno de los términos de la polaridad.
Como si la vida pudiera recortarse.
Y en un abrir y cerrar de ojos ya no producen dolor, ya no despiertan nada.
Pero los fieles tenían razón,
algo se esconde al final de los vasos,
algo, que me deja inerte al descubrirlo.
Como si el líquido que de ellos bebiera,
fuera mi vida, y se va acabando.
Prefiero no terminármelo, no descubrirme en el reflejo.
Que perdure mi vida en esta pausa
Y disfrutar el después en otro rato.
Otro rato impuro.
Otro rato de nadas.
De oscuros sin grises
y tan de todos como de sin sentido.
¿Y entonces?
Entonces, si.
Vuelve entonces una música musa,
y un beso entre cuerdas de guitarra.
Y entre labios, las bocas fresas,
los dientes blancos
muerden, pero también aman.
Y nada tienen que ver ni con el fondo ni con el filo de los vasos.
Ahora es otra el agua que corre,
es otro el candor,
es otra la cálida poesía.
¿Y entonces?
Entonces si, nos queda algo.
Palabras tan simples como amor o genocidio
Palabras como hogar y como hospicio.
No hay más palabras rimbombantes como rimbombante.
Porque a fin de cuentas, solo me encanta el color de las hojas.
Diferentes tonos sobre los árboles.
Tonos de otoño,
Tonos de muerte
Que es tan muerte,
Como la vida.
martes, 10 de agosto de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Ahora ya sos eterna, como el otoño.
ResponderEliminar